martes, 9 de febrero de 2016

IMITANDO A D. JUAN MANUEL

Estos son los trabajos hechos por algunas  de mis alumnas de 3°ESO, imitando a D. Juan Manuel. Magnífico, chicas. Chicos, sigo esperando...


DON COL Y DOÑA FLOR
Otra vez habló el Conde Lucanor a Patronio, su consejero, del siguiente modo:
Patronio, un hombre me ha aconsejado que haga una cosa, pues dice que tengo todo lo que hace falta para ganarla sin el mínimo esfuerzo. Os aseguro que es tan ventajosa que, si Dios quisiera que saliera como él dijo, serían tales los beneficios que mucha más gente me respetaría  y me darían  valor.
Entonces refirió a Patronio en qué consistía. Cuando hubo terminado, respondió Patronio:
Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que las palabras se demuestran con hechos y con acciones, pues muchas veces sucede que las apariencias engañan como sucedió en la fábula de Don Col y Doña Flor.
El conde le preguntó qué les había sucedido.
Señor conde -dijo Patronio-, según cuentan, una vez existió  un caracol llamado Don Col, muy humilde y amable, pero a pesar de ello todos se burlaban de él. Pues como sabéis los caracoles se caracterizan por no tener prisa, su andar es pausado y lento. Don Col caminaba todos los días, de sol a sol, para cruzar la calle que separaba la amplia ciudad de un extenso y apetecible huerto lleno de verduras de todo tipo. Siempre hacía el mismo recorrido, esforzándose para llegar lo antes posible y no quedarse sin comida, pues al caminar tan lento, tardaba mucho en llegar al otro lado.
La mayoría de los animales, al verlo, lo ignoraban o se reían a sus espaldas lamentándose de tener ese cuerpo. La que más lo criticaba era Doña Flor, una esbelta y veloz liebre que siempre era la primera en todo, o eso decía ella. Como sabréis, querido conde, las liebres se caracterizan por ser uno de los animales más veloces y rápidos. Pero Don Col sabía que por muy rápida que fuera, no era tan lista y astuta como era él. Por eso, un día cansado de oír los rumores y risas de la liebre sobre él, decidió plantarle cara y la retó a una carrera. Ganaría el primero que llegara a su casa. Doña Flor aceptó sin rechistar, pues no tenía nada que perder. Se quedó un poco sorprendida ante la propuesta tan valiente del caracol ya que lógicamente la ganadora sería ella pero Don Col estaba tranquilo, su estrategia no fallaría.
Una vez preparados en sus puestos, comenzó la cuenta atrás. Al segundo de la salida, el caracol se metió en su concha velozmente. Perpleja, a la liebre no le dio ni tiempo a moverse. Cuando Don Col salió y miró a su alrededor vio a todos los animales animándole y aupándole.Era el ganador. Doña Flor , víctima  de su arrogancia e ignorancia, no se había dado cuenta de que todos los caracoles llevan su casa a cuestas, es decir, su concha, debido a la arrogancia e ignorancia que ho. De modo que, gracias a la astucia y paciencia de Don Col, Doña Flor aprendió una gran lección.
Vos, señor conde Lucanor, si queréis que  la gente os respete y os valore por como vos sois con vuestros defectos y virtudes, tened en cuentan en que aparte de decirlas tenéis que esforzaros en  demostrarlas, con acciones no con palabras, con hechos no con apariencias y así os ganareis la confianza y lealtad de todos los que os rodean.
Al conde le gustó mucho lo que le dijo Patronio, y lo puso en práctica.
 Y como le salió bien, Marta decidió compartirlo con toda la clase de 3°ESO del IES Mugardos y escribió estos versos:
Si no tienes ningún defecto,
es porque no eres perfecto.
MARTA RUMBO

CUENTO VII
Otra vez habló el conde Lucanor con Patronio, su consejero, del siguiente modo:
-Patronio, el otro día un hombre me llevó a la Puebla, y me quedé muy sorprendido con las ropas que por allí vestían, iban vestidos prácticamente  con harapos y telas pasadas de moda. No pude evitar reírme de algunos de ellos mientras paseaban fachendosos por las calles.
Cuando hubo terminado , respondió Patronio:
-Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era imprudente alardear y para que lo entienda mejor le voy a contar lo que le pasó  a un conocido mío.
Señor conde- dijo Patronio-, había en la ciudad un señor,llamado Don Pedro, muy rico, pues había heredado todos los beneficios de la producción de trigo del pueblo de su difunto padre. No le bastaba con poseer dinero a cantidad, sino que presumía de su riqueza todos los días; bajaba al mercado y al vendedor mil diamantes le decía que tenía, a la posada iba y sus terrenos y mansiones recitaba, a los criados les enseñaba sus mejores trajes con preciosa seda, lo más caro de la época. Burlábase de quien menos que él poseía y se reía de mendigos y esclavos. Un día, el banco un fraude encontró en sus impuestos, pues no pagaba lo que debía. El dinero le quitaron y las joyas le arrebataron. Sintiéndose desgraciado en la calle se vio y con mucha pena comprendió lo que sufrían aquellos  de los que antes osaba burlarse.
Por ello, conde Lucanor, antes de reírse de nadie póngase  en su lugar y en vez de enseñar sus riquezas, compártalas con los más desgraciados.
Al señor conde le pareció  bien y no volvió  a burlarse de aquellos que no compartían  su buena suerte.
  Y como Carolina lo tuvo a bien, decidió compartirlo con todo el que lo decida leer y compuso estos versos:
“Mejor no te burles de quién menos tiene
  pues puede que algún día te supere”






Carolina Fernández Ferrero.


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