martes, 28 de enero de 2020

ODA A LA VIDA RETIRADA

Fray Luis de León: “Oda a la vida retirada”


(1) ¡Qué descansada vida                                            1
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;          5
(2) Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!                    10
(3) No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.                         15
(4) ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?                 20
(5) ¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.                        25
(6) Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.               30
(7) Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.                    35
(8) Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.                         40
(9) Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.              45
(10) Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.                       50
(11) Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.                   55
(12) El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.                    60
(13) Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.                   65
(14) La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.                              70
(15) A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.                     75
(16) Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.                  80
(17) A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.                        8
1. Contexto
La "Oda  a la vida retirada” de Fray Luis de León es una de las cuarenta composiciones poéticas que escribió el agustino, la mayoría de ellas odas al estilo horaciano. Su obra lírica no se publicó en vida del autor y sería Quevedo quien lo hizo en la primera mitad del siglo XVII. 
Además de la obra poética, influida por los autores grecolatinos que Fray Luis tradujo, sobre todo Horacio y Virgilio, el fraile agustino también escribió obras en prosa, como De los nombres de Cristo y La perfecta casada. 
Al margen de su labor creativa, fue catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca donde vivió diferencias teológicas, intrigas y disputas con los dominicos. Éstas sumadas a su traducción al castellano del Cantar de los Cantaressu defensa de la Biblia en hebreo, lo llevaron a la cárcel entre 1572 y 1576. Es célebre su “Como decíamos ayer...” a su vuelta a las aulas después de su estancia en prisión. Su aislamiento, así como la rivalidad religiosa y académica, influyeron en la obra y en concreto en el tópico que recrea este poema: el "beatus ille".
Fray Luis de León es el principal representante junto con San Juan de la Cruz del llamado segundo Renacimiento, que frente a la corriente más sensitiva y placentera del primer Renacimiento representado por Garcilaso se orienta hacia un sentimiento espiritual más religioso. Se suele vincular a Fray Luis con el ascetismo y a San Juan con el misticismo .
 Si nos fijamos en el título, podemos comprobar que fray Luis alaba la vida retirada, es decir, un modo de vida sencillo, alejado de ambiciones y pasiones y atento a las necesidades espirituales del hombre en su itinerario vital. En la última estrofa, podemos descubrir que Dios late en el fondo de la vida sencilla y natural. La meta radica, pues, en saber apreciar la presencia divina en la vida diaria, tarea tanto más dable cuanto más sencilla y virtuosa sea la vida que se lleve. En cierto modo, fray Luis realiza su versión del tópico de aurea mediocritas: anhelo de buscar la felicidad con una vida sencilla pero plena, materialmente pobre pero espiritualmente rica.
2. Estructura
Esta oda presenta las siguientes secciones de contenido o partes:
-Las tres primeras estrofas (vv. 1-15): Presentación laudatoria de la vida tranquila y alejada de las pasiones humanas, alabando la sabiduría de esa elección por parte de un hombre sabio al que no le afectan las lisonjas interesadas. Los verbos en tercera persona indican que se habla de alguien indefinido.
-Las estrofas 4-6 (vv. 16-30) forman una segunda sección en la que el yo poético establece un espacio físico y emocional en el que vive o desea vivir: naturaleza sencilla, paz y equilibrio personal.
-Las estrofas 7-12 (vv. 31-60) desarrollan el tópico del locus amoenus; se trata de un lugar natural sencillo, armonioso, equilibrado y apacible. Las aves, el huerto, la fuente y el aire son los elementos que refrescan al yo poético y le transmiten paz y certezas de orden espiritual.
-Las estrofas 13-14 (vv. 61-70) establecen una alegoría antitética respecto de lo anterior. Frente a la vida serena previa, ahora se presenta a las personas ambiciosas y codiciosas. Bregan en sus vidas como un marino en una tormenta. Son muchos los que encaminan su vida por estos pasos y acaban mal, llenando el mar con sus cadáveres. Hemos de realizar una lectura espiritual, no física. Los hombres naufragan en su proyecto de vida y en la búsqueda de la virtud; su muerte es espiritual, no necesariamente física.
-Las estrofas 15-17 (vv. 71-85) forman la última sección de contenido. Posee un carácter recopilatorio y conclusivo. Establece el contraste entre la vida serena y feliz del “sabio” que ha sabido armonizar su vida con la naturaleza y con la divinidad frente al hombre ambicioso que lucha por adquirir riqueza y poder. Este sufre, el otro goza; este perece, el otro se deleita con la armonía celestial que la naturaleza emite.
3. Tema
El tema de esta rima se puede establecer así: loa o alabanza de la existencia serena, armoniosa y en equilibrio con la naturaleza y con los mensajes celestiales que esta emite. Para establecer este mensaje, se vale de un tópico y dos alegorías, una la del hombre de vida natural y otra la de los que sufren una tormenta marina en la que zozobran.
4. Análisis métrico y de la rima
Fray Luis utiliza la estrofa conocida por lira (7a, 11B, 7a, 7b, 11B). Esta armónica combinación de versos heptasílabos y endecasílabos, con rima consonante, gozan de una rara musicalidad. Esta estrofa, propia de la poesía italiana, había sido introducida en castellano por el clásico Garcilaso de la baja; el nombre se debe precisamente a que  el primer verso de la canción V de Garcilaso dice: “Si de mi baja lira…”. Para establecer correctamente la medida de los versos se han de tener en cuenta las cuatro licencias poéticas (sinalefa, diéresis, sinéresis y palabra final según sea aguda –sumamos una sílaba-, llana o esdrújula –restamos una sílaba–), pues fray Luis las utiliza con bastante frecuencia.
5. Análisis estilístico
Las dos primeras estrofas forman una unidad sintáctica y semántica. Se trata de una loa a una persona indefinida que ha elegido una vida apartada del poder, lujo y riqueza (expresado a través de tres metáforas muy visuales y vistosas) y sencilla. Pero esa elección no es fácil, pues estamos ante una “escondida senda” (v. 3) que solo unos pocos sabios han sabido recorrer. La estrofa 3 recuerda que el sabio no es sensible a la lisonja, en general, falsa e interesada. La hermosa personificación de la fama, cantando al hombre lisonjeado, expresa muy bien lo fácil que es caer en esa tentación de vanidad.
La estrofa 4 se resuelve en una interrogación retórica que nos advierte sobre la congoja que provoca perseguir sin descanso la riqueza, el poder o la gloria, de por sí efímero e inasible (lo metaforiza identificando estos rasgos con el viento). Agravado todo ello porque siempre habrá alguien con más poder que apretará la vida del hombre. El expresivo quiasmo del verso 20 (“con ansias vivas, con mortal cuidado”) nos advierte sobre la vida agitada y angustiada del codicioso y perseguidor de la gloria.
En la estrofa 5 se ensalza a la naturaleza, a través de tres elementos metonímicos (monte, fuente y río), que se descubren como un puerto seguro, un refugio donde la nave de la vida (el hombre es como un barco realizando una travesía en un mar con tormenta) puede llegar a tierra en medio de los sinsabores de una vida agitada, expresado a través de la metáfora de “mar tempestuoso” (v. 25).
La estrofa 6 nos deja ver por fin al yo poético en su totalidad: habla con el verbo “querer”, conjugado en primera persona, dos veces. Ya no habla de alguien indeterminado, sino de sí mismo, y nos expresa sus deseos más íntimos: desea para él esa vida tranquila y serena, expresada a través de dos hondas metáforas: “un no rompido sueño” y un “un día puro, alegre, libre”. La sinestesia de los tres adjetivos calificativos muestran muy bien la intensidad del anhelo del yo póetico para alcanzar la sabiduría de la sencillez en plenitud espiritual y en comunión con la naturaleza. Por cierto, en viva antítesis con el ceño malhumorado de la persona que corre tras la gloria mundana, o ya cubierto de falsa honra por su origen familiar o por su fortuna acumulada, como se expresa en los versos finales de esta lira.
La estrofa 7 presenta una estructura de significación igual a la anterior: primero, los elementos positivos y después los negativos. Ahora comunica su intención de que desea comenzar el día despertado por las aves con su canto “no aprendido”; esta litote nos muestra muy bien su preferencia por lo natural y espontáneo. La sinestesia de “cantar sabroso” no hace sino profundizar en la felicidad que aporta lo natural.
La estrofa 8 repite el verbo “quiero” dos veces, como en la 6, lo que nos recuerda que el yo poético desea remarcar muy bien que habla de sus querencias más profundas, para seguir “a los pocos sabios que en el mundo han sido” (v. 5). Busca la soledad aparente, pues vive feliz consigo mismo gracias al regalo del “cielo”, es decir, Dios. A continuación, en una enumeración de cinco elementos, nos comunica los elementos negativos de los que se desprende: amor, celo, odio, esperanza y recelo. Está hablando, evidentemente, de las pasiones amorosas humanas que tanto atormentan al hombre común y que provocan congoja y malestar. Simplemente, no le interesan esos asuntos humanos porque no aportan felicidad verdadera.
La estrofa 9, 10, 11 y 12 forman una unidad temática muy compacta: es el dibujo de un locus amoenus, el lugar deleitoso, apacible, sereno y relajante. Es el marco ideal para que el alma del hombre sabio encuentre su equilibrio y desarrolle su estado de sosiego. Los elementos de ese espacio de felicidad son claros: monte, huerto, flores, fuente, árboles, hierba y viento. Es un cuadro dinámico, con vida, en movimiento. Casi podemos oír, ver y sentir sus elementos, que aportan frescor y paz. Se ha identificado con el huerto que su orden agustina poseía a las afueras de Salamanca, cerca del Tormes, La Flecha. El “manso ruido” que provoca esta naturaleza armónica tiene un efecto inmediato sobre el yo poético: lo aleja de las riquezas y del poder, manifestados ambos elementos por dos bellas metonimias: el oro y el cetro (v. 60).
Las estrofas 13 y 14 funcionan, juntas, como una alegoría de la vida de zozobra, angustia y peligros de las personas ambiciosas y codiciosas (que son muchas, porque llenan el mar con sus cadáveres a mansalva): su vida, que es el leño o la nave en un mar tormentoso, pronto se rompe y perece en las tormentas de la vida, más fuertes que el hombre. La alegoría es viva y dinámica: nos presenta a los hombres naufragados en medio de una gran tormenta, con gran griterío, con vientos feroces y una tormenta infernal (“en negra noche el claro día se torna”); los elementos auditivos y visuales ayudan a formar un cuadro estremecedor. Esta metáfora antitética nos desea transmitir cómo la vida del ignorante codicioso: un tormento y una congoja con mal final.
La estrofa 15 crea un vivo contraste con la anterior. Se expresa esta contraposición a través del diminutivo “pobrecilla” y de la metonimia “mesa”: eso es todo lo que necesita para vivir, una mesa humilde. Y en la mesa, ¿qué hay? Pues solo “amable paz”, es decir, sosiego, calma espiritual. No le interesan las riquezas ni la ostentación de los que tienen “vajillas de oro bien labradas” que no temen los peligros de la vida, o de la vida mal encaminada, conviene matizar (“quien la mar no teme airada”); de nuevo la metáfora, envuelta en una hermosa perífrasis o circunloquio, del mar como representación de los peligros de la travesía existencial.
La estrofa 16 plantea otra antítesis llamativa y plástica: los ambiciosos se abrazan al mando, pero él está cantando a la sombra. Ahora el contraste es de acciones, no de elementos ni de valores; esta acción se nos presenta desarrollándose a nuestros ojos, a través de la perífrasis del gerundio, que estira la acción y nos la presenta en su desarrollo.
La estrofa 17, la última, enlaza directamente a través de una concatenación muy hábil con la palabra “tendido”, anudando así el hilo lógico y semántico entre ambas. Esta estrofa cierra el locus amoenus de las antes citadas. El poeta, en actitud relajada, solo está atento a escuchar la música oculta que emana de la divinidad, la melodía universal que mueve y envuelve toda la creación y que surge del plectro (o púa, o inspiración, pues las dos acepciones encajan aquí muy bien) del sumo hacedor, que es quien crea el “son dulce, acordado”. Esta maravillosa metáfora final, envuelta en una sinestesia doble, nos proporciona la clave de en qué consiste la “escondida senda”, es decir, el camino de la vida, del hombre sabio: saber escuchar en paz y felicidad el mensaje de la divinidad que nos proporciona el sentido de la vida.
6. Interpretación y valoración
El poema, un diamante verbal que fulge puro y limpio, es muy virtuoso: fray Luis utiliza una enorme cantidad de recursos estilísticos para crear belleza verbal. Para no caer en la pesadez y lo farragoso, hemos obviado la mayoría de ellos. Metáforas, metonimias, antítesis, encabalgamientos, concatenaciones, símiles y un largo etcétera van jalonando este maravilloso poema en el fondo y en la forma. Vale la pena parar mientes en la fuerza que imprimen los adjetivos, muchos de ellos epítetos, como se aprecia muy bien, por ejemplo en la lira 14: “combatida antena”, “ciega noche”, “claro día” y “confusa vocería”. Es una adjetivación muy feliz que imprimen plasticidad, expresividad y hondura de significación. También conviene recordar que la atemporalidad de la temática y del tratamiento viene dada por los verbos en presente; estas formas verbales sitúan al poema en un nivel de pensamiento algo abstracto, teórico, digamos, que se ve complementado con las imágenes concretas, naturales y sensitivas que jalonan la composición.
Esta “Oda a la vida retirada” es un prodigio de belleza y emoción contenida. Su perfección verbal, su temática atemporal y atinadamente tratada y su estupenda compenetración de fondo y forma hacen que al lector nos siga llegando puro y limpio el “dulce son” que, en efecto, sus versos nos permiten verificar que es “acordado”: cuerdo, sensato, prudente.

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