viernes, 19 de febrero de 2021

¿Croquetas o cocretas?

 


¿Croquetas o cocretas?

Solo vale la primera. La RAE no admite cocreta, por más que se diga.

¿Se dice croqueta o cocreta? ¿Y albóndiga o almóndiga?

Se dice croqueta, ¡nunca cocreta!

Esta, la de si se escribe y dice cocreta o croqueta, es una disyuntiva un tanto polémica. En el Diccionario de la lengua española no existe 'cocreta', aun así la Real Academia ha recibido, por incluirla ­­–cosa que, insistimos, no ha hecho–, críticas acusándola de relajarse y admitir voces que desvirtúan la lengua. En diciembre de 2017, cuando todavía era director de la RAE, Darío Villanueva desmintió tajantemente que estuviera aceptada y habló de ese bulo como de una posverdad.

En enero de 2019, ante la pregunta de un usuario, Fundéu en su buscador urgente de dudas, calificó la aparición de cocreta en el diccionario como una leyenda urbana. Una leyenda muy consultada (en un año –entre el 19 de marzo de 2017 y el 19 de marzo de 2018– la buscaron en la versión electrónica del Diccionario de la lengua española más de 100 000 usuarios) y de la que Fundéu ya ha tenido que ocuparse en otras ocasiones, como demuestra que la incluye como un clásico en su juego de verdades y mentiras del español. Lo recogemos aquí:

Empecemos por un clásico. ¿Es verdad que el Diccionario recoge la palabra «cocreta»?”
–Si tu respuesta es un NO, el sistema te aplaude:

¡Bien, no te has dejado engañar! Aunque hay cientos de artículos y páginas web que lo aseguran, no es verdad que esa forma aparezca ni haya aparecido nunca en el Diccionario académico. Es uno de tantos bulos lingüísticos que corren como la pólvora.

En esas críticas es también un clásico relacionar la ficticia inclusión de cocreta con la de almóndiga y almondiguilla. Son casos distintos. Almóndiga ya estaba en la primera edición del diccionario de la Real Academia de 1726, y ya entonces se indicaba, como se hacía con almondiguilla, que son voces corrompidas de albóndiga y albondiguilla. En la actualidad, las dos conservan su entrada en el diccionario, pero se indica, en cada una de ellas, que están en desuso y que son vulgarismo, por lo tanto, como precisa la RAE Consultas, no deberían utilizarse: “Las voces que no pertenecen a la lengua actual o se marcan como vulgarismos en el dicc. no deben emplearse”.

La cocreta, sin embargo, nunca ha encontrado hueco en el diccionario, ni siquiera como vulgarismo. Surge por una alteración de letras en la palabra original: por una metátesis que cambia de posición a la “r” como le ocurre a Gabriel que se transforma en el también incorrecto Grabiel o a murciélago que entra en desuso para convertirse en el sí admitido murciégalo. En el caso de croqueta todavía se puede complicar más y que terminemos diciendo clocreta (cuando a la metátesis se suma la epéntesis de añadir una ele) o cocleta (metátesis y alteración de consonante). En cualquier caso, querríamos referirnos a esa “porción de masa, generalmente redonda u ovalada, hecha con un picadillo de jamón, carne, pescado, huevo u otros ingredientes, que, ligado con besamel, se reboza en huevo y pan rallado y se fríe en aceite abundante”, como lo describe el diccionario, pero lo haríamos dándole una patada.



Los hombres y las mujeres usan el lenguaje de un modo diferente


Los hombres y las mujeres usan el lenguaje de un modo diferente

Los hombres y las mujeres usan el lenguaje de un modo diferente
Según la lingüísta norteamericana Deborah Tannen, las chicas tienden a hablar largo y tendido sobre un mismo tema, mientras que los chicos saltan de un tema a otro, y son capaces abordar más de cincuenta temas diferentes en el tiempo que sus compañeras dedican a uno solo. Por otro lado, Tannen distingue entre conversaciones afectivas, que ponen énfasis en mostrar similitudes y compartir experiencias, más frecuentes entre mujeres, y las conversaciones informativas, centradas en contar historias y propias del género masculino.

Por su parte, la lingüista Lunette Hirschman ha observado que las mujeres emiten frecuentemente sonidos mientras les hablan ("mmm", "ajá", "sí"). Sin embargo, los hombres suelen escuchar en silencio. Las mujeres pueden interpretar ese silencio como falta de atención. Y ellos perciben que sus compañeras no se callan porque están impacientes mientras les escuchan.

Existen otras diferencias en la forma de usar el lenguaje más anecdóticas. Por ejemplo, las féminas suelen iniciar conversaciones con "oye" o "¿sabes qué?" para asegurar la atención de su interlocutor, utilizan más que los hombres los diminutivos y las fórmulas indirectas ("¿qué tal si fuéramos pasando?" en vez de "nos vamos"), y echan mano de términos más precisos en el terreno emocional y sensorial, como los nombres de los colores. En cambio, el registro escatológico está reservado casi exclusivamente al género masculino.